Desde muy pequeño he escuchado una serie de historias sobre apariciones y dichas historias en mi niñez me provocaron espanto, ya que aunque nunca tuve la suerte de encontrarme con una apariciòn siempre crei, como todo niño, que esto realmente sucedia y pensaba que si lo contaban era por que existian.
Entre las diversas apariciones encontramos la del cadejo, la llorona, la mala mujer, el sombreron etc.
Cuando ya tenia mas edad, esas historias pasaron del terror al interes escucharlas, ya que la verdad eran muy interesantes. Cerca de mi casa vivìa don Javier, que lamentablemente falleciò y èl me contò una serie de historias que provocaban en mi fascinacion.
Cuenta que un dìa cuando tuxtla gutierrez estaba lleno de lotes baldios èl ya estaba jovencito y venia de ver a su novia y tenia que pasar por una zona donde estaba muy oscura y èl no contaba con caballo, sino que iba caminando y èl dice que cada que pasaba por ahi le daba cierto recelo y èl se armaba de valor, pues como hombrecito no debia tener miedo, pero esa ocasiòn al ir pasando cerca de un àrbol de pochota que se encontraba por ahi, alguien le silbò y el volteo a ver quien era y dijo que era un hombre montado en un caballo negro. Este hombre era alto y tenia un sombrero muy grande y que le preguntò el hombre a èl que de donde venìa y èl le dijo que venia de ver a su novia y el hombre le dijo, esta muy bonita tu novia tienes mucha suerte. Cuando èl le dijo eso el en ese momento empezò temblar ya que sintiò mucho escalofrio y como pudo empezo a correr a su casa que quedaba a 200 metros.
El hombre de a caballo no lo siguiò, pero escucho que se empezò a reir a carcajadas a sus espaldas y sus carcajadas le causaron mas terror ya que era unas carcajadas de tipo diabolicas.
Dice que por mucho tiempo no volviò a pasar por ahì, pero sus amigos le contaron que tambièn ellos lo habian visto montado en su caballo y que ese hombre nadie lo habia visto por ahi.
Dice don Javier que muchas veces escuchò por las noches el cabalgar del caballo y cada que lo oìa se ponia a temblar de miedo